Imposible no conmovernos. El tiempo devora con avidez cada instante y la muerte nos toma por sorpresa. Siempre esperamos el milagro para no ceder a la tentación de ver partir a quienes amamos anticipando futuras tristezas, más allá de que podamos presentir desenlaces inevitables. Eras joven, Diego, y tu andar calmo pero batallador nos llevó a sentir que estarías junto a nosotros más tiempo. Elegiste la soledad como estrategia, que ninguna interferencia aun en forma de acompañamiento perturbara tu equilibrio interior. Entonces estuvimos junto a vos desde una discreta distancia, respetando el silencio que supiste sostener al amparo de tu fe inquebrantable. Si en el Todopoderoso se amparaban tus momentos de desolación, tu fortaleza se nutría de esa fuente inagotable.
Recuperábamos alegría cuando te veíamos aparecer nuevamente, sumándote al trabajo cotidiano mientras transmitías confianza y serenidad a tu alrededor. Era necesario mantener ese clima sano que siempre preservaste en la rutina. No darle lugar a las tensiones, sosteniendo con confianza y amabilidad el trato con todos. Tu batalla con la enfermedad era tuya y elegiste vivirla con optimismo y esperanza, sin el halo trágico de lo inmerecido, sin la huella fácil de la autocompasión. Las auténticas batallas no se asumen desde esos lugares. Así lo percibimos. Así nos lo enseñaste.
Hoy queremos agradecerte que nos hayas elegido: en 2012 dejaste un futuro promisorio en una compañía multinacional para embarcarte junto a nosotros en la Cooperativa Eléctrica de nuestra ciudad, sin desconocer su aguda situación problemática. Nos regalaste ese mérito con apenas 30 años, desde tu apariencia de hombrecito menudo y frágil. Sin embargo, ¡Cuánta grandeza se desplegó rápidamente desde tu interior derrochando virtudes que nos dejaron atónitos!
Una parte de tu ser se definió en la pasión con la que arremetiste tu tarea cotidiana, donde no contaba el reloj con su rítmico proceso inclaudicable de horas. Tu propia entrega desconocía límites horarios. Asistimos con asombro a esa dinámica tantas veces incompatible con nuestro mundo habitual. Aceptaste cada desafío desprovisto de especulaciones personales o de un individualismo protagónico porque la verdadera meta consistía en hallar alternativas de solución para las mayores dificultades que se presentaban. Tampoco señalaste restricciones para dedicarte a enseñar, desplegando con cordialidad una paciencia infinita. Así contribuiste a mejorar el mundo: desde tu entorno más inmediato. Por eso sabemos cuántas personas como vos nos hacen falta. Por eso sabemos que nos será muy difícil aprender a no extrañarte sin sentir este nudo instalado en el pecho.
Cada paso que diste junto a nosotros dejó la estela de tu profesionalismo como ingeniero sólido en conocimientos, detallista y eficiente en el hacer, discreto y humilde en la interacción con los demás. Nadie pudo escapar a esa mirada bondadosa, casi de niño inocente con la que lograbas armonizar las situaciones más conflictivas. Esto también te lo agradecemos.
Hoy, Diego, queremos envolverte en un abrazo pleno, infinito en gratitud. Imposible no recoger aunque sea partes de todo eso que supiste sembrar, donde no caben las palabras. Imposible no quererte. Imposible evitar el dolor que hoy nos sacude frente a tu partida.
Deseamos que tu alma transite el camino hacia la Luz y la paz eterna, aquello en lo que siempre confiaste. Que tu presencia hoy ausente siga contagiando con tu ejemplo encuentros auténticos en armonía. Porque las vidas luminosas jamás se apagan.
Cooperativa de Provisión de Servicios Eléctricos de San Cayetano