fbpx


El mágico paisaje de Capadocia, paraíso de delicias visuales, por Graciela María Berti

Soy Graciela María Berti, me instalé en 1973 en la ciudad de San Cayetano, donde conformé mi vida familiar y comencé a ejercer la docencia secundaria y terciaria como profesora de Geografía en el distrito.

Las actividades extracurriculares referidas a las problemáticas ambientales, la simulación del proyecto Naciones Unidas, las ferias de Ciencias me permitieron compartir con otros docentes y los alumnos diferentes espacios de aprendizaje y ricas experiencias.

Siempre traté de actualizarme y por el avance de la tecnología accedí antes de jubilarme a completar mi formación de licenciada en la UNICEN y allí pude obtener mi título de geógrafa en el año 2012. En esta instancia tuve la oportunidad de formar parte del Grupo de Estudios sobre Población y Territorio (GESPYT) de la Facultad de Humanidades de la UNMDP.
Continué cerca de la Geografía y realicé la Maestría en Desarrollo y Gestión del Turismo con orientación en Destinos Turísticos en la UNQ durante el año 2020.
En este mundo apasionante de la Geografía, tuve como sustancia el viaje geográfico, que en muchas oportunidades en mi carrera docente implementé con mis alumnos para que ellos aprendieran a ver lo que realmente son los paisajes recorridos. En forma particular, realicé mis propias experiencias viajeras y últimamente, tuve la oportunidad de prever y organizar la travesía de un paisaje con un sentido de profunda aspiración para mí, como fue el poder disfrutar de Turquía. Situada a la vez en Europa y en Asia, al mismo tiempo musulmana y laica, nacida al acabar la Primera Guerra Mundial, convertida en una década en una potencia mayor en el escenario de Medio Oriente y mucho más allá, tejiendo relaciones con África, Asia Central, Brasil e incluso Estados Unidos.
Elijo un lugar mágico, lleno de encantos como es la CAPADOCIA.
Me impactó al llegar el impresionante aeropuerto internacional, denominado Istambul Havalimani, muy lujoso, inaugurado en el año 2018, diseñado como el mayor del mundo, con una capacidad de hasta ciento cincuenta millones de pasajeros al año y el principal que sirve a la ciudad.
Con gran expectativa recorrí la Turquía europea y disfruté de la ciudad más importante de este país, Estambul. Ruidosa, con escaso ordenamiento territorial y gran desorden en su tráfico, así llamada por el padre de la patria turca moderna, Kemal Atartük (1881-1938), fundador y primer presidente, que la consideró “el espejo de todos los vicios del imperio otomano” y le sacó el rol de capital del estado.
Es una ciudad cosmopolita que enamora por sus colores, sus sabores, su cultura y su perfecta mixtura entre lo moderno y lo tradicional, a lo que se agrega la amabilidad y buen trato de sus habitantes para con el viajero y turista.
Desde allí partimos hacia Ankara, capital política de este país. Se trata de una ciudad más nueva, que se caracteriza por mirar hacia la autenticidad de la aldea hitita de hace dos mil años, que ofrece multiplicidad de propuestas a los turistas o viajeros. Es abstracta, desnuda, está impregnada del islam, la religión de los desiertos.
Adentrarme en este paisaje me permitió reconocer la meseta de Anatolia y en ella a la región de Capadocia que ocupa un área de 80 km cuadrados. Los movimientos tectónicos, erupciones volcánicas, sismos y la acción de una continuada erosión durante miles de años de roca volcánica y calcárea han sido los que han creado estos inigualables valles, cuyo color predominante es el marrón en diferentes tonalidades que contrasta con el verde de nuestra pampa argentina, impreso en mi memoria. ¿Pero cómo apareció este paisaje único en el mundo? El hombre y la naturaleza han sido los responsables de su panorama lunar con grutas, rocas, agujas y monolitos con ventanas y puertas. Abunda la roca toba de origen ígneo, de consistencia porosa, formada por acumulación de cenizas y otros elementos volcánicos, resultado del volcán Erciyas. La erosión del agua y el viento producto de un clima estepario-continental, de veranos secos y calurosos e inviernos fríos y luego el accionar del hombre han transformado la llanura, creando caprichosas formas cónicas lugar donde viven los habitantes.
Al amanecer, alrededor de las cinco de la mañana, impacta el primer llamado del almuédano desde el minarete de la mezquita más cercana del lugar, convocando a la oración, a viva voz, repitiendo esto cuatro veces más durante el día y siempre mirando a La Meca. Es propio de la religión islámica, la que predomina en Turquía.
Una interesante actividad para conocer el paisaje lunar de Capadocia es disfrutar un amanecer desde las alturas, montándonos en un globo donde se disfruta del paisaje y estar en el aire con decenas de globos más. Este recorrido se realiza a la madrugada, si las condiciones meteorológicas son óptimas y el viento es el adecuado.
El viaje duró una hora y a medida que se desplaza el globo, la claridad del día me permitió visualizar la geografía del lugar, las características del habitat y observar caballos y otros animales.
El vuelo fue suave y tranquilo y disfruté del sabor de la aventura de hacer algo que deseaba como experiencia, viviendo un bello amanecer, con la mejor compañía y un grato grupo de viaje.
Otro ícono muy relevante y conocido son las chimeneas de hadas en el Valle de Pasabag, magníficas estructuras donde la erosión sobre la toba permite perforar la roca con facilidad. Desde el siglo IV y después, bajo la dominación de Bizancio y los selyúcidas hasta el siglo XIV, los ermitaños cavaron sus grutas en esos conos. La irrupción de los otomanos en aquel siglo expulsó a las comunidades cristianas que abandonaron la desolada región y sus pináculos hacia 1922. Los campesinos del Göreme las convirtieron en sus viviendas, establos o palomares en la actualidad.
Otro interesante valle es el de Zelve, punto clave de la Capadocia, famoso por ser el lugar donde se establecieron los primeros seminarios. Los conventos se excavaron en la roca con celdas, refectorios, salas de reunión, capillas y hermosos frescos.
Otros valles caracterizan este territorio, como el de las Palomas o el del Amor. Muy cerca de Göreme se encuentra el pueblo de Avanos, considerado como la cuna de la cerámica turca, ubicado a orillas del río Rojo, el más largo de Turquía. La arcilla del río mezclada con arena es la materia prima para la realización de esta técnica tradicional que la convierte en cerámica, que es y fue un mandato familiar.
En aquel país tan distante del nuestro, cualquier territorio es rico en singularidades que se expresan por medio del paisaje.
Esto se convirtió en mi experiencia, en una ventana a través de la cual pude ver y valorar una cultura diferente como es la turca.
Enriquecida por estas vivencias, logré aprender el sentido que tiene ese lugar para la comunidad, sus señas de identidad visibles en vestimenta, modos de andar, costumbres, comidas típicas, perfumes. Esto fue posible pues como dice Rubio, M. (2011.p.p.66) “Hoy más que nunca, el viaje es la escritura de la memoria” que me permitió, a través de esta bitácora sobre Capadocia, el diálogo conmigo misma, y también con los otros, para finalizar en un nuevo encuentro con el conocimiento.